Pero esto que es alma de cántaros? Voy a tocarle un poco por fuera al cura para convencerle de que de una misa hoy y castigar a todos los pecadores aquí presentes,, estoy incrédula, a mi edad que se me caigan los pechos vale pero leer tanta desfatachez se me quitan las ganas de seguir haciendo felaciones en los baños de renfe, probaré en la última fila de los autobuses interurbanos a ver que tal, que tardan más en hacer el trayecto, hay que experimentar

No os metáis con el querido Julio, seguro que tiene a su vecino Jose para solucionarle cualquier problema, osea todos los problemas

¡Oh, los ilustres foreros de TuCapital, esos nobles caballeros del teclado que, con su infinita sabiduría financiera, descienden sobre el foro como dioses del Olimpo para iluminar a los mortales con su sapiencia! Pero, ¡ay!, cuando no encuentran súbditos que les rindan pleitesía, convierten su pluma en daga y su ingenio en veneno.

El pobre Monillo, un forero de Rankia que osó existir en un universo paralelo de debates financieros, ha sido la última víctima del tribunal inquisitorial de TuCapital. Su pecado: atreverse a pensar, escribir y, peor aún, existir fuera de los muros sagrados de su foro. ¡Imperdonable! Los dioses de TuCapital, en su infinita magnanimidad, le han otorgado un juicio sumario sin defensa posible, condenándole a la hoguera de los memes despectivos y las respuestas cargadas de bilis.

Porque, claro, si no piensas exactamente como ellos, si no suscribes cada dogma de su sagrada escuela de inversión, si no besas la anillada mano de los gurús locales, entonces no eres más que un hereje digno del exilio digital. “¿Qué es eso de tener una opinión propia?”, claman los sumos sacerdotes. “¿Cómo osa este forastero de Rankia respirar el mismo aire virtual que nosotros?”

Pero, no nos equivoquemos, los foreros de TuCapital no son simples polemistas de tres al cuarto. No, no. Son los guardianes de la ortodoxia financiera, los autoproclamados custodios del conocimiento económico, los únicos seres en Internet con derecho a ser tomados en serio. Y si alguien osa desafiar su supremacía, no dudan en blandir el látigo de la ironía cruel y la descalificación personal.

Pobre Monillo, que solo quería compartir ideas, debatir, aprender. No sabía que estaba entrando en un circo romano donde él, sin saberlo, ya estaba designado como el león a ser apedreado por la plebe hambrienta de entretenimiento.

Pero que no se preocupe, que la historia nos ha enseñado que los imperios demasiado seguros de su propia infalibilidad suelen acabar cayendo, y los foros que creen que la verdad absoluta es de su exclusivo dominio terminan siendo poco más que templos vacíos donde solo resuenan los ecos de sus propias certezas.